2 ene 2011

Ausencia... vacio

Conducia lentamente, la circulación no era muy fluida y me permitia manteniendo la vista hacia el frente, con el rabillo del ojo, ver los árboles que habían al lado de la carretera, las personas que esperaban a pié de semáforo para cruzar hacia el otro lado, bueno.. todo el ambiente y mobiliario urbano que se puede ver cuando vas por una travesia cruzando un pequeño pueblo para ir a la ciudad. Era verano, julio más o menos, hacia mucho calor de ese que pega fuerte y no te deja dormir por las noches pero yo llevaba mi aire acondicionado puesto y sonaba una canción de Cold Play que iba tarareando con mi hijo con ese inglés de trapo que nadie entiende pero que todos sabemos hablar. No era especialmente feliz, pero era verano, tenia a mi hijo y cantaba y la verdad es que con él las penas siempre eran menos. Todo parecia ir bien pero de repente, giré la vista y le vi a él con otra mujer de la mano. Se me paró el corazón sabes? se me heló la sangre, dejé de cantar y por unos instantes no oia nada.
Yo le queria mucho, sabía que el no me queria a mi, pero yo si le queria a él. Mientras sabia que andaba de un lado para otro ,no me importaba pues sabía que él era así, pero cuando vi que ya no era lo mismo, que ya no contaba en su vida, que ya me olvidó.. me invadió ese sentimiento profundo de pena, de tristeza , de amargura que todos los que alguna vez en la vida no hemos sido correspondidos sabemos identificar.
Hay mucha gente que habla del amor, de lo maravilloso que es y de lo que representa en nuestras vidas.. pero quien habla del resto? quien habla de los que no somos correspondidos? de los que nos quedamos pendientes de un teléfono? de los que justificamos cualquier ausencia ú olvido.. de los que decimos que todo va bien y por dentro nos hundimos... esos sentimientos tan gélidos y destructivos son difíciles de eliminar, difíciles de olvidar y lo peor de todo es que somos conscientes de que que con ello no llegaremos a ninguna parte.
De eso han pasado muchos meses, bueno, hasta hemos cambiado de año pero por muchos buenos própositos que nos hagamos a nosotros mismos, por muchas formas en las que queramos disfrazar la tristeza, esa sigue ahí cómo un lastre pegado a nuestro cuerpo sin dejarnos respirar.